¡Adiós Tango Tango!
Por: Dr. Roberto Romero Pineda
Después de contraer nupcias con la Doctora Virginia Mena (Vicky), nos trasladamos a la casa ubicada en la Tercera Calle Poniente número 5255 de la Colonia Escalón; y muy pronto conocimos a Romeo López Mejía y su esposa Lilian Barbón, a quien cariñosamente llamaba “Mi parchito poroso” que vivían precisamente en la Quinta Calle Poniente número 5245, con sus hijos, Nelson, Enrique, Geraldina, María Cecilia y Lourdes.
Nos hicimos muy buenos amigos; Vicky y Lilian formaron una gran alianza, pues ambas eran “un poquito celosas”, con un grado de excelencia tal, que la Gestapo Alemana y el FBI se quedaban pálidas ante su capacidad de investigación.
Nuestra amistad se incrementó cuando siendo el suscrito presidente del Club Rotario San Salvador Noroeste, invité a Romeo a ser socio del Club; las dos parejas viajábamos a diversos eventos, y poco a poco fui conociendo su historia. En su juventud, Romeo decidió ir a vivir a los Estados Unidos de América, pues tenía muchos amigos en San Francisco, California. Al estallar la Segunda Guerra Mundial se enlistó en la US Army, pero al practicarle el examen médico, no lo aprobó debido a que tenía “pies planos”, pero por saber español fue asignado como traductor en la Inteligencia Militar. La guerra terminó, pero su espíritu aventurero lo llevó a enlistarse en la Marina Mercante (Navy) y conoció muchos países; a ese capítulo de su vida, lo llamaba “vaporino” y uno de sus trofeos preciados era, haber conocido chicas de 64 nacionalidades.
En una oportunidad al regresar de vacaciones, su hermano le comentó que una compañía de empresas emergentes llamada DIDEA le había concedido una entrevista de trabajo, pero que él no podía ir, y pidió a Romeo que fuera a reemplazarlo, fue entonces cuando conoció a Don Luis Poma, a quien le cayeron en gracia las aventuras que le conto; más tarde Romeo me dijo: “Don Luis me clavó sus penetrantes ojos azules e interrogó sobre infinidad de temas que le supe responder”.
Romeo empezó vendiendo vehículos marcas Buick; Blue Bird y otros, pero luego DIDEA consiguió la distribución de los autos Toyota y Romeo viajó a Japón en múltiples oportunidades, y con el correr del tiempo y debido a su buen desempeño fue nombrado Gerente General de DIDEA.
Romeo experto vendedor de autos me contó que una vez, se encontró con una clienta un poco difícil; “le enseñé carros de diversos colores, pero ella insistía en uno color negro” al inquirir sobre esta preferencia, contestó: “es que el color negro es un color muy severo”.
Con su modo de ser, Romeo tenía infinidad de amigos, entre ellos los presidentes de la República de El Salvador, a quienes visitaba y tenía sus teléfonos privados; a todos trataba de “vos”; y a Monseñor Oscar Arnulfo Romero simplemente “Oscar”.
En el Club Rotario Romeo tenía varias admiradoras y en cierta oportunidad, una de ellas, más aventada le propuso: “y Usted y yo porque no podemos ser más que amigos” aquella declaración no fue de su agrado y en cierta ocasión cuando ella se dirigía hacia nosotros, Romeo me dijo: “ahí viene mi veneno lento”.
Romeo en familia era muy amoroso con sus hijos; desafortunadamente siendo muy joven falleció su hija Maria Cecilia a quien recordada con mucha nostalgia y en una de las paredes de su casa, tenía una foto muy grande de ella.
Romeo me llamaba cariñosamente “Tango Tango” pero un día mi hija Florence le preguntó el porqué. Romeo fue un radio aficionado profesional, en su casa tenía antenas de largo alcance, inclusive con la Torre de Control del Aeropuerto Internacional de Ilopango. Una vez como a eso de las ocho de la noche Romeo escuchó en la radio la voz de un gringo que en su español pedía permiso para aterrizar diciendo: “This is Tango Tango over San Vicente, decending”, eso le gustó mucho y desde entonces me bautizó “Tango Tango”, que también adoptaron Lilian y sus hijos, llamándome así aún en la actualidad.
Romeo gozaba de una increíble memoria, recordaba cantidad de cosas con precisión de día y hora; en todas las reuniones tenía a la mano, una libretita donde apuntaba los chistes, pero no estaban escritos, solo aparecían números, y al seleccionar uno de ellos, lo traía a la mente al instante. Romeo también tenía otra libreta para apuntar los nombres de los cheros que se le habían adelantado en la vida.
Como tu decías: “Ah tiempos aquellos”; siempre te recordaré y pienso que esta es la hora que ya le soltaste un par de chistes a San Peter y lo tenes anotado en tu libreta como uno de tus nuevos amigos; con esa confianza y carisma que te caracterizaba seguro le puedes pedir que te preste a sus mariachis celestiales, para que le canten nuevamente a “tu parchito poroso” la gustada canción del gran compositor mexicano Agustín Lara, “Solamente una vez”…¡Hasta siempre Tango Tango!
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